En diciembre de 1999 viajé a Estocolmo con la Coral Ciudad de Granada con motivo de los conciertos que ofrecimos en la capital sueca y alrededores. En aquel momento los móviles ya formaban parte de nuestras vidas aun con todas las limitaciones que presentaban con respecto a los actuales. Durante los días de gira convivimos todos los cantores las veinticuatro horas. Algo me llamó la atención del comportamiento de mis colegas y siempre sucedía después de comer. Mientras esperábamos el café de sobremesa todo poseedor de un móvil lo sacaba e iniciaba un protocolo de revisión. Se chequeaba si había algún mensaje o llamada y se comenzaba a enviar mensajes a familiares, amigos... Lo que me atrajo poderosamente era comprobar que los mensajes no viajaban necesariamente a España, no. Viajaban de un lado de la mesa a otro. El bajo le escribía a la soprano, ésta al tenor, el tenor se comunicaba con la de más allá y así sucesivamente. Qué situación más extraña, con lo fácil que habría sido dirigirse unos a otros personalmente. Sin duda habría otras razones que producirían cierta complacencia tanto a emisores como a receptores. Aquel espectáculo me hacía reflexionar y algún tiempo más tarde imaginé "El teléfono" uno de los relatos más surrealistas que he escrito.
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Hasta la próxima
Creador y narrador de historias simples que la convierte en gran historiador y dar vida a cualquier circunstancia con ese gran poder de inventiva y de observador
ResponderEliminarBuen, artículo amigo Luis. Creo que. mi Carlos estuvo en ese viaje a Estocolmo, aunque no lo puedo asegurar. Un abrazo, Joaquín
ResponderEliminar¡Qué alegría encontrarte aunque sea por aquí, Joaquín! A ver si nos vemos. Un abrazo. Ana.
EliminarMe acuerdo perfectamente cuando hiciste ese viaje. Enhorabuena por el relato. Un abrazo. Ana.
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