Bienvenido a este blog. Hasta principios de otoño de 2018 y desde marzo de 2010, sirvió para que el alumnado al que atendí en las áreas de Música y Lenguaje tuviera a su disposición una herramienta que poder usar al trabajar en dichas materias.
A partir de ahora se convertirá en el escritorio de un maestro jubilado. Pero no queriendo eliminar, por su posible utilidad, la información acumulada durante los ochos años citados, convivirán juntas las experiencias de una parte importante de la vida laboral con las experiencias de la vida de quien ya no ejerce la docencia.
Una advertencia: Desaparecen todas las imágenes y vídeos del alumnado, pero seguirá habiendo acceso a ellos a través del blog original, pulsando en el siguiente enlace Blog de Música y Lenguaje
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miércoles, 21 de junio de 2023

OTRA ÉPOCA

    El lector habrá observado que hace ya algún tiempo no aparece ninguna entrada en este blog y ello no es por desidia ni por escasez de temas. En absoluto. Lo cierto es que desde febrero de este 2023 trabajo en un tema muy interesante al que dedico bastante tiempo cada día y del que tendréis noticias en su momento. Así pues, pido disculpas a mis lectores y ahora me dispongo a efectuar un alto en el camino para referirme a ciertos recuerdos de mi infancia. Recuerdos de...

OTRA ÉPOCA

    Me remontaré al curso escolar 1968/69. Yo iba a cumplir diez años nada más comenzar las clases. Provenía de la Graduada aneja a la Escuela Normal de Magisterio donde había cursado los estudios primarios y, tras un examen de Ingreso que a la sazón consistía en un dictado y una monumental cuenta de dividir (digo monumental porque en el dividendo había una cantidad de cifras que, como poco, duplicaba la de un divisor que contaría con al menos cinco), accedí al Instituto 'Padre Suárez'. Aún en ese momento, y por muy poco más, la Primaria daba acceso a un Bachillerato de seis años con dos reválidas, una al finalizar el cuarto año y otra al concluir el sexto. 

    Para un alumnado de la edad que os digo, la transición al Bachiller conllevaba el salto de haber permanecido bajo la atención de un maestro generalista, a recibir un Profesor por cada una de las asignaturas que conformaban lo que actualmente se viene denominado malla curricular.

    Cuando uno transitaba por los marmóreos pasillos del Instituto, a menudo se cruzaba con los estudiantes de sexto curso, los cuales, o no reparaban en tu presencia, o si lo hacían era para mirarte con cierto asco. Dios mío, ¿dónde me habían metido? Pero había que sobrevivir a las extrañas normas de ese nuevo mundo: los toques de timbre para cambiar de aula, las esperas en los fríos bancos de los corredores, el convencimiento de que los derechos se adquirían poco a poco, curso a curso porque la jerarquía era la edad.

    -¡Eh, levanta! Era el saludo de algún alumno de quinto, o de sexto, que te pedía 'amablemente' el sitio que tú, asistido por el derecho de haber llegado antes, ocupabas. No obstante, sobrevivir no era excesivamente complicado. Había que ir conociendo al veterano, respetar su antigüedad y poco más. 

    Era habitual etiquetar con un mote a todo Profesor del Claustro. De eso ya se habían encargado los veteranos y algunos de aquellos motes tenían una solera, que ni los mejores vinos. 'Mediometro', 'Pepe guitas', 'La bajita', 'Medialuna', 'El zorro negro'... son ejemplos de los que coronaban a determinados Profesores atendiendo a su físico en unos casos, o a su personalidad, en otros. Hasta los apodos estaban adjudicados en razón de jerarquía. 'Mediometro' manifestaba cierta crueldad hacia el condecorado al hacer referencia diáfana a su estatura, mientras que 'El serio' aludía con claridad a su personalidad con respecto al alumnado.

    La Educación Física la practicábamos en el austero patio de rejas verdes contiguo al edificio. Allí, salíamos treinta y tantos o cuarenta niños uniformados con un pantaloncillo corto de color azul y una camiseta verde de sisas. Daba lo mismo invierno que primavera. La indumentaria era la misma. Los fríos te obligaban a permanecer en ejercicio constantemente. Recuerdo una ocasión en que el Delegado de clase, generalmente el de mayor edad o el más corpulento, se dirigió al Profesor para exponerle el efecto que nos producían las bajas temperaturas. El docente vestía un pantalón deportivo largo y una trenca de piel. 

    -¡Hay que echarle cojones! -fue su contundente respuesta, mientras se desprendía de su chaquetón mostrando un torso velludo como el de un oso. En ese momento comprendí por qué lo de 'Pepe pechos'. 

    Las clases de Geografía de España las impartía un señor que también servía en la Escuela Normal, preparando en tal materia a los estudiantes de Magisterio. Es bien sabido que Instituto y Escuela Normal están en la misma calle, uno frente a otra. Al terminar la clase para los futuros Maestros, inmediatamente este Profesor tenía cita con los alumnos de primero de Bachllerato. Pero, obviamente, había un tiempo que se perdía durante el traslado. Y más aún si se entretenía con los discípulos de la clase anterior. El hombre, también militar de carrera, tenía la clase jerarquizada como si del ejército se tratara. Capitán General, Coronel, Comandante, Capitán, Teniente, Sargento, Cabo... y la tropa. Yo tuve el honor de ser Sargento, nombrado, como los demás, a su voluntad. 

    -¡Teniente, borre la pizarra! Al momento la orden pasaba al sargento y yo no podía hacer otra cosa que... ¡Cabo, borre la pizarra! Sobrevivir. Al final, la pizarra la borraba un soldado. Así eran las cosas. 

    Las clases eran amplias con una tarima sobre la que reposaba la extensa mesa de madera del Profesor. La zona de alumnos estaba peraltada, un pasillo escalonado central y unas bancas corridas, a derecha e izquierda. Para salir un escolar a la pizarra, si no era el más cercano al pasillo, todos debíamos levantarnos elevando el largo asiento para dejarle paso. En alguna ocasión, dependiendo de qué Profesor, la pesada tabla se dejaba caer expresamente para generar un considerable estrépito. ¡Booom, boom bom! rebotaba el incómodo madero antes de que la gravedad lo dejase inerte.

    -¿Quién ha sido? -trataba de inquirir el Profesor. En muchas ocasiones se consideraba un lamentable accidente. En otras, un dedo acusador y luego muchos más señalaban a cualquiera de la fila que debía rendir cuentas por cualquier agravio ocurrido fuera de clase.

    Volviendo a las clases de Geografía, el mencionado Profesor acostumbraba a llegar cinco o seis minutos tarde. Era el momento en que algunos iban al servicio o bebían agua. Desgraciadamente para los que estaban fuera, la ocasional e inesperada puntualidad del Profesor provocaba una catástrofe. La puerta del aula se cerraba tras el enseñante y conforme iban regresando los evadidos, la mazmorra les iba acogiendo. Uno tras otros se iban acurrucando bajo la mesa del estrado. En esa ocasión recuerdo que entraron once niños. El espectáculo era impresionante. El Profesor giraba ostentosamente su brazo hacia atrás haciéndolo girar doscientos setenta grados y con el impulso final del índice despegaba la ceniza de su puro como un cohete se desprende de una fase ya consumida. El material quemado entraba bajo la mesa sin miramientos, mientras un tropel se protegía moviéndose de un lado a otro y generando un importante estruendo sobre el entarimado. Oficiales, Suboficiales y el resto de la tropa gozaban como en un circo.

    Supongo que el cansancio obligaba a 'Pepe puros' a descabezar de cuando en cuando un sueño durante la sesión de clase. Era el momento en que el Capitán General tomaba las riendas y preguntaba la lección del día. En una ocasión yo fui el protagonista. Fui llamado a la tarima y delante de la mesa del Profesor, dando las espalda al resto de compañeros recibí la orden de hablar sobre Extremadura. Viendo el Capitán General que yo no sabía por dónde abordar la tarea, con sumo cuidado giró el libro para que yo pudiese leer sobre el asunto.

    -Extremadura es una región situada al centro-oeste de España. La componen las dos provincias más extensas de nuestro querido país... 

    Lo importante era jugar con la voz al leer. Había que titubear, corregir, cuidar en definitiva el discurso, para dar la impresión de estar recordando y no leyendo. Por otro lado, el soniquete de la 'exposición' mantenía relajado al Maestro. Finalmente el Capitán General volvía a girar el libro de texto y cuando se detenía, el auténtico Jefe de la clase se desperezaba y te calificaba. 

    -Ponle un dos -ordenaba. Y el Capitán General anotaba el número en el casillero correspondiente de la libreta. Como la calificación máxima era de tres puntos, yo terminé satisfecho de mi interpretación.

    Cuando tuve un Profesor que entendía la clase y la materia de otra forma, hube de sudar tinta china para hacerme con los conocimientos que no había aprendido antes.

   ¿Por qué relato esto? ¿Por resentimiento? No. ¿Por anecdótico? Sí. ¿Por desprecio? No. Pero qué desperdicio. Me consta que el Profesor era un buen docente y que dominaba su materia. Que pensara en su método como una forma de mantener relajado al alumnado, de hacerle reír... Lo ignoro. Sé que no funcionó. Como tampoco funcionó, un par de años después, la iniciativa de otro Profesor de responsabilizar a sus pupilos en la tarea de autocorregir exámenes de Latín bajo palabra de honor de no modificar la información previamente escrita en los folios. Pero todo hay que verlo y analizarlo dentro de su contexto. En general he disfrutado y aprendido con excelentes Maestros y Profesores.

    Era otra época.

Hasta la próxima

lunes, 30 de enero de 2023

24 AÑOS DE MÚSICA EN EL CEIP "SAN FRANCISCO" DE CÁJAR: 1994-2018

    Puedes acceder al texto en formato PDF por medio de este ENLACE

    En 1994 accedí al colegio público San Francisco de Cájar (Granada), desde mi anterior destino en la bella plaza gaditana de Tarifa. Solicité la vacante de Educación Musical y la obtuve en el concurso de traslados de dicho año. Lo primero que hice al llegar a mi patria chica fue llamar al Ayuntamiento de la localidad para interesarme por las características del centro donde en menos de dos meses empezaría a servir como maestro de música. Me informaron ampliamente y me facilitaron el número de teléfono del Jefe de Estudios, un tal don Joaquín. También hablé con este señor cuya amabilidad me sorprendió gratamente y cuya voz me transmitió serenidad.

    Me puso al corriente de las características físicas del colegio, aclarándome que existían dos edificios. El más antiguo, en el centro del pueblo y otro de más reciente construcción en la parte alta, llamada Bellavista (sobra aclarar por qué ese nombre), separados entre sí por un kilómetro aproximadamente. Me reveló apuntes sobre el tipo de alumnado, sobre las familias, sobre la existencia de una Escuela Hogar que abastecía las aulas con niños y niñas menos favorecidos que los de la villa, me habló de quienes pronto serían mis nuevos compañeros de trabajo, y por supuesto me habló de la música, de la materia por la que yo me presentaba.

    -En este pueblo hay rondalla, banda de música, coro rociero, coro de voces mixtas orquesta de plectro... Es un pueblo al que le gusta la música -me dijo- y en el colegio se vienen desarrollando actividades musicales de las que ya hablaremos más tranquilamente. Bienvenido y nos vemos en septiembre, Luis. 

    El día primero de ese mes me presenté en el colegio, donde Joaquín me documentó sobre todo lo relacionado con la materia de mi especialidad.

    -Para Navidad, Onda Cero Radio organiza un Certamen de Villancicos al que ya nos presentamos el pasado curso. Sería muy interesante que tú continuaras con la actividad, aunque, naturalmente, eres el  especialista y tienes la última palabra. Pero, Luis, los niños lo pasan muy bien y podríamos también este año volver a participar -me propuso.

    A mí me pareció una idea interesante y solicité más detalles. Me llamó la atención el gusto que demostraba por la música, si ben insistía riéndose de sí mismo en que no sabía nada sobre la materia.

    -Luis, esa es una de las espinitas que tengo en mi vida. No sé nada de música y no sabes cuánto me gustaría. Me apunté al Conservatorio, pero nada de nada. Soy un negado.

    Yo me reía y pensaba que exageraba, pero era verdad. Ahora bien, tenía una capacidad innegable para distinguir entre buenas, mediocres o malas interpretaciones. Discernía entre distintos instrumentistas cuál era bueno, cuál lo era menos o cuál 'metía la pata'... Al fin y al cabo tenía una cultura musical notable aunque no tuviera formación técnica. Su inquietud le llevó a fundar años más tarde la Orquesta de "Pulso y Púa Ciudad de Granada", conjunto de reconocido prestigio, y a organizar en el auditorio "Manuel de Falla" distintos encuentros de plectro que llenaban la sala hasta la última butaca. 

    Me puse a trabajar haciendo una selección de los alumnos atendiendo a su correcta afinación. Para ello apenas disponía de los recreos, pues en las clases no podía distraer tiempo para las pruebas pertinentes. Informaba en cada nivel y citaba a los interesados. Durante la media hora les iba pidiendo que entonaran lo que supieran o quisieran, pero les proponía que cantaran 'Cumpleaños feliz' porque el intervalo de octava existente cuando el texto llega a "te 'de-se'amos" me parecía fundamental. De entre los niveles de tercero de primaria y segundo de ESO superaron la prueba hasta cerca de cuarenta niños y niñas. Con ellos empezaba a trabajar e igualmente con otros que podían tocar instrumentos con la soltura necesaria. Flautas, xilófonos, metalófonos y pequeña percusión abastecían un grupo aceptable para nuestras necesidades. Los villancicos escogidos podían ser de cualquier país, no sólo españoles. Los cantábamos a una o dos voces y yo les preparaba la instrumentación, les facilitaba las 'particellas' a cada uno, y en alguna ocasión, hasta componía las piezas.

    Joaquín se allegaba, cuando su Jefatura de Estudios se lo permitía, para observar el progreso. Así nos ocupábamos hasta cercana la Navidad. Ese primer año en concreto sólo me dediqué a las voces pues en las fechas del evento viajaba a Tarifa inexcusablemente. Cantaron acompañados por un grupo de plectro, dirigiendo el conjunto Isabel, hija de Joaquín, una chica muy preparada musicalmente. Escuché posteriormente la grabación que facilitó la emisora y me pareció precioso todo. De las siguientes convocatorias me pude responsabilizar sin problema. Onda Cero citaba a los distintos colegios participantes y no fue la primera vez que cantamos en sus estudios. Encajar en algunas de aquellas estancias tanto niño e instrumento no era fácil. Recuerdo a mis percusionistas arrodillados en el suelo casi debajo de las mesas, los cantores por un lado pegados entre sí y los flautistas por otro... Pero ¡qué recuerdos!

      -¿Qué necesitas, Luis? -me decía Joaquín, siempre servicial e involucrado al máximo.

    -Joaquín -le decía yo, -no me atrevo a meter los metalófonos en el autocar por si se vuelcan y se estropea alguno.

    -Sin problema. Yo me los bajo en el BX.

    Ese era su coche, su Citroën. Y no me explico cómo aparcaba en la puerta de la emisora, bajaba los instrumentos, se buscaba un sitio donde estacionarlo y llegaba al estudio antes de que comenzara nuestra intervención. Algo increíble su energía y disponibilidad.

    Fuimos seleccionados en las diferentes convocatorias a las que nos presentamos y transcurridos unos días desde aquel filtro, se producía el Encuentro propiamente dicho. En la mayoría de las ocasiones se celebraba en el Salón de Actos de algunos de los colegios participantes, pero recuerdo un año especialmente, porque se llevó a cabo en las escaleras del centro comercial Hipercor de la calle Arabial. Más adelante os diré por qué lo menciono.

    En los centros nos asignaban un aula y allí ensayábamos un poco a la espera de nuestro turno. Mis músicos se sentían un poco intimidados ya que, perteneciendo los demás participantes a colegios privados o concertados, los uniformes de aquéllos parecían otorgarles un 'prestigio' que, a ojos de nuestros alumnos, ellos no tenían. 

    -Llevaremos 'ropa de domingo' -les avisaba yo. Y así lo hacían: venían tan arreglados que acostumbrado a verlos con su chándal, me parecían otros. Venían orgullosos, satisfechos, felices... pero la vista de los uniformes los desconcertaba, los confundía y en cierta forma los desmoralizaba. 

    -¡Eh!, chicos -les decía yo -ni ellos van cantar mejor por llevar uniforme, ni nosotros peor por no llevarlo. Habéis trabajado mucho y sólo con estar en esta fase ya os contáis entre los mejores. Así que, haced lo que tenéis que hacer, miradme en todo momento, no tratéis de localizar a vuestros padres, si ellos os saludan no correspondáis, y al escenario sin miedo. Respirábamos profundamente y trataba de relajarlos. Adoptábamos la posición ordenada de salida, recordábamos la disposición de retorno y nada más. No obstante, cuando todos estaban ante el público, los focos iluminando sus rostros, los micrófonos tan cerca, el desasosiego volvía a cundir. Recuerdo las manos temblorosas de algunos, el labio inferior de otros que tiritaba ostensiblemente. ¡Dios mío! estaban manifestando la responsabilidad que habían adquirido. Otro objetivo cumplido. Yo dirigía la mirada hacia ellos, inspiraba ampliamente, les sonreía y con un gesto les transmitía que su papel era importante y que podían hacerlo con mucha dignidad. Y así fue siempre. Tras el modesto recital, las primeras impresiones me las proporcionaba Joaquín.

    -Luis, muy bien. Muy afinado, los niños han estado muy correctos, habéis entrado y salido con todo orden... Muy bien, sí señor.

    Arriba os hablaba del año en que cantamos en el centro comercial Hipercor y es que en esa ocasión lo hicimos en la escalera que conduce a la primera planta. Grupos de niños situados en distintos escalones, a distinto nivel pues, y flanqueados por dos escaleras mecánicas cuyos motores emitían un runrún considerable. Yo me temía que la megafonía del establecimiento reclamara en cualquier momento a fulanito para que acudiera a su caja correspondiente, pero afortunadamente no ocurrió. Nuestro público era la numerosa clientela de un viernes por la tarde. La empresa tuvo la gentileza de obsequiar a cada uno de los cantores con un detalle que les hizo mucha ilusión. En ese acto se estrenó una versión monofónica adaptada a los recursos disponibles, de "Unos pastores allá en Belén", villancico de mi autoría. Recuerdo que Pepe, el director del colegio, no pudiendo llegar a tiempo por problemas de tráfico, lo hubo de escuchar desde el aparcamiento del hipermercado a través de la megafonía.

     -Luis, me ha encantado -me dijo.

   Los niños lo hicieron bien, eso es todo. Con esa misma pieza, conseguiríamos más tarde, en otro Certamen diferente, un segundo premio .

    Aquel grupo vocal e instrumental actuó varios años consecutivos hasta que Onda Cero dejó de organizar los Encuentros. Nuestras actuaciones se ciñeron a Cájar y en alguna ocasión Granada, Huétor Vega o Monachil y puntualmente en Madrid.

    Cada comienzo de curso se repetía inexorablemente un problema de consolidación de plantilla, pues el alumnado de 2º de ESO pasaba al IES correspondiente y dejaba un hueco considerable cuantitativa y cualitativamente ya que no sólo perdíamos componentes, sino que éstos eran los más experimentados. Es cierto que ingresaban nuevos miembros, pero generalmente de cursos bajos. El grupo musical significó un aliciente importante para muchos estudiantes a los que se les permitía formar parte si el resto de las materias iban siendo aprobadas y no suponía una pérdida de energía en otras áreas.

    A lo largo de los años he visto cómo se mejoraban las calificaciones de otras disciplinas por el mero hecho de querer tocar o cantar. También tuve el privilegio de descubrir talentos para la música que, tal vez, no se habrían revelado sino por medio del grupo. El colegio disponía de un par de teclados electrónicos, más cercanos al juguete que al instrumento musical, donde inicié en nociones de piano a más de un alumno. Recuerdo uno concretamente, José Luis, de los diagnosticados como de altas capacidades, que no trabajaba y suspendía siempre. Comencé con él y era asombroso constatar su progreso. Hablé con sus padres y a partir de su radical cambio le compraron un piano de estudio. Años después de abandonar el colegio me encontré con su padre y me dijo que ya estaba en el Conservatorio. 

    La relación del grupo con la Banda de Música del pueblo era también destacable. El presidente de la agrupación, siempre fue el mismo, José María, subía anualmente al centro y desarrollaba una exposición sobre las características de su formación, con la idea de captar miembros. También colaboramos con ellos muy dignamente. En dicha banda se forjaron muy buenos instrumentistas (María en flauta travesera, Jesús en trompeta, Mohamed en percusión...).

    Las Semanas Culturales que organizaba el Equipo de Dirección (yo formaba parte como Secretario) eran un hito. El principal hacedor era Joaquín. Su capacidad como organizador, su originalidad en el diseño de actividades serán siempre recordadas y escritas quedaron para siempre en los programas de dichas Semanas. Gracias a ellas, el grupo de flautas tocó en el Auditorio Manuel de Falla aprovechando una visita al mismo y previa solicitud de permiso. El público lo formaba el resto de compañeros de colegio. En esa ocasión accedió a la sala el director que ensayaría con la OCG el concierto más inmediato. Al verlo me dispuse a cortar la intervención de los niños, cosa que, con un gesto de su mano evitó permitiéndonos continuar y escuchando a los pequeños intérpretes. Para ellos fue, y utilizo de nuevo el vocablo, 'prestigio'. Tocamos en la sede de ensayo de la Banda Municipal de Granada junto a ella. Os podéis imaginar que se trataba de canciones populares sencillísimas pero el alumnado lo vivía como algo excepcional. Actuamos en la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores de Cájar, en el Ayuntamiento, en el Salón parroquial, en la Escuela Hogar 'Reina Isabel', en una residencia local de ancianos, en el auditorio 'Jorge Garcia Tudela' de la Casa de la Cultura del Barrio de Monachil... 

   En el Salón parroquial, teatro y antiguo cine interpretamos 'La Sangre Derramada', una de las cuatro partes de la Elegía  'Llanto por Ignacio Sánchez Megías' de García Lorca. Es una pena que no obre en mi archivo grabación de la obra, aunque sé que existe pues algunos padres de los intervinientes la registraron con sus cámaras de vídeo. Compuse la música de aquella segunda parte de la Elegía haciendo un despliegue de medios muy grande para ello. Actuaba gran cantidad de alumnos y se usaban la mayoría de los instrumentos disponibles, tanto de viento como de percusión. Tenía un carácter muy dramático (no podía ser de otro modo), generaba una potencia sonora tremenda y estaba escrita con un lenguaje asequible pero muy actual, haciendo uso de consonancias, disonancias, improvisaciones... Existía un recitador (Miguel) al que escogí por su vozarrón áspero de preadolescente. El desarrollo alternaba los solos declamados con los 'tutti' (que obligaban al muchacho a elevar el volumen de su voz), los pianos con los fortísimos...

      -Fabuloso, Luis -me dijo uno de los padres. Y no era mentira. Yo no hice nada especial, pero los niños introyectaron el carácter del texto y vivieron el dolor de quien pierde a su amigo trágicamente. Inolvidable.

    Durante el curso 2000-2001 el colegio se presentó al 'Certamen Europeo del Joven Consumidor' (iniciativa de la Unión Europea) para potenciar entre los jóvenes una alimentación sana y equilibrada. La idea nos pareció muy en consonancia con el trabajo que el colegio realizaba en pro de esta materia y nos lanzamos a un torrente de ideas que terminó exitosamente. Para entender dicho éxito hay que remontarse a fechas anteriores. Y me explico. Además de la música, otra de las pasiones de Joaquín era la Educación Vial. Tanto fue así que planteó la idea al Ayuntamiento de construir una pista infantil de tráfico dentro del recinto escolar. Una corporación tan receptiva como la de Cájar aprobó la idea, libró el dinero necesario y la pista fue construida. Vías, plaza, señales, semáforos, no le faltaba un detalle. Por ella circulaban bicicletas, peatones y hasta dos cochecitos a motor de gasolina. Hablar de las actividades que se promovieron gracias a esta pista infantil llevaría otro escrito y bien extenso. Pero volvamos al torrente de ideas. Una alimentación sana y equilibrada... cómo enfocar el tema, qué actividades programar... Dentro del Equipo de Dirección pensábamos y pensábamos hasta que una mañana, el director entra impetuoso en el despacho abriendo la metálica puerta con una excitación inusitada.

    -Ya sé lo que vamos a hacer y os digo que vamos a ganar -manifestó exultante.

    Pepe también era un hombre creativo y cuando tenía fe en algo luchaba por ello contra viento y marea. Lo miramos perplejos por la agitación que le embargaba.

    -Vamos a relacionar la alimentación equilibrada con la Educación Vial. Ganamos seguro, ganamos seguro -nos transmitió con una firmeza pétrea.

    Hablar sobre la preparación del proyecto y sobre sus múltiples facetas nos llevaría mucho tiempo. Deciros que la pista de tráfico se convirtió en un aparato digestivo por el que entraban los alimentos saludables, se digerían, etc, etc. pero me voy a ceñir exclusivamente a lo que a música se refiere. Pepe argumentó que debíamos tener una música que identificara nuestro proyecto y para ello pidió a una compañera, Mari Ángeles, que ideara una letra. Esta mujer, que 'tiraba muy bien de lápiz', creó unas estrofas geniales y a mí se me pidió poner música a dicho texto. Así fue. Presenté la música a los pocos días y la autora quedó satisfecha. Ya teníamos el sello musical identificativo. Nuestra canción, 'Elige bien tu menú' estaba lista para trabajarla con los alumnos.

    Se presentó el proyecto a la Junta de Andalucía, y como augurara Pepe en su momento, obtuvo el primer premio en nuestra Comunidad Autónoma. Meses más tarde marchamos a Madrid a exponerlo junto a los dieciséis centros de las otras tantas comunidades. El lugar para ello fue el Ministerio de Sanidad y Consumo y allí, los alumnos, entre otras actividades, interpretaron la pieza en cuestión. También fue una experiencia inolvidable.

    A Huétor Vega nos desplazamos con motivo de la celebración del Año Mozart (CCL aniversario del nacimiento del compositor). Allí tocamos fragmentos de composiciones del autor. Anecdótico que ese día todo el alumnado de infantil fuera ataviado con la indumentaria de la época, incluida la peluca. 

    A partir de la jubilación de Pepe y de Joaquín, el colegio asumió una rápida y profunda transformación que supuso la puesta en marcha de los servicios de comedor escolar, de aula matinal y de actividades extraescolares. En el aspecto de infraestructuras se hicieron modernizaciones y mejoras importantes, pero sin duda lo que mayor incidencia sobre el grupo musical tuvo, fue la desaparición del primer ciclo de ESO. Ello supuso la pérdida de la noche a la mañana del número de alumnos más experimentados. Sólo contaríamos desde ese momento con alumnado de entre tercero y sexto de Primaria. Nos transformamos con rapidez continuando nuestra labor exclusivamente como grupo de flautas.  La Dirección del colegio elaboró un horario por el que se dedicaba una hora semanal a ensayos. No fue fácil coordinar con los niveles de tercero a sexto de Primaria para que el alumnado de la agrupación dejara las clases de ese momento y asistiera a los ensayos. El tiempo de recreo ya sólo se utilizaba muy puntualmente. Como tal 'Grupo de Flautas del CEIP San Francisco' el trabajo se orientó fundamentalmente hacia la música de cine. Yo preparaba las obras que podían circunscribirse a la tesitura de las flautas dulces y comenzaba una nueva etapa. El alumnado asumió su responsabilidad y trabajó a conciencia hasta el punto de que digerimos en breve la pérdida de los compañeros de ESO. Gracias a las enseñanzas de Ana, madre de alumna, diseñé un blog dedicado a las áreas que yo impartía: Música y Lenguaje. En él colgaba las partituras y poco a poco el repertorio se fue ampliando. Nuestras actuaciones se adhirieron a eventos y festividades. Así, quedaron estables los recitales de Navidad, fin de curso y despedida del alumnado que concluía Primaria. Colaboramos puntualmente con la Banda de Música de Cájar y asistimos en dos ocasiones al Festival Internacional de Poesía Grito de Mujer que encontraba en Cájar una de sus sedes, cantamos para los mayores de la residencia Lindaraza del Barrio de Monachil...

    De entre nuestro repertorio, adaptaciones de temas BSO, adaptaciones de música utilizada para el cine y otras, a dos y tres voces, destaco: La vida es bella (Nicola Piovani), Romeo y Julieta (Nino Rota), Doctor Zhivago (Maurice Jarre), Vals nº 2 (Shostakovich), Greensleeves (Anónimo), Sarabande -de la Suite en re menor- (Häendel), A song for you (Otto M. Schwarz), Treulich Geführt (Wagner), El Príncipe Igor (Borodin), Vois sur ton chemain, Caresse sur l'océan (Bruno Coulais), El final de la cuenta atrás (John Scott), La Primavera (Vivaldi), Pompa y circunstancia (E. Elgar), Granada (A. Lara), La lista de Schindler (John Williams), Chitty, chitty, bang, bang (Richard M. y Robert B. Sherman), Conan el bárbaro (B. Poledouris), Bolero (M. Ravel), Gabriel's oboe (Ennio Morricone), El último mohicano (Trevor Jones y Andy Edelman), Música nocturna de Madrid (L. Boccherini), Sounds of silence (Paul Simon), Never an absolution (James Horner), Va pensiero (G. Verdi), 1492 (Vangelis), Apollo XIII (James Horner), Piratas el Caribe (Klaus Badelt y Hans Zimmer)...

La última actuación de Grupo de Flautas del CEIP San Francisco de Cájar se produjo el 25 de junio de 2018 y con mi jubilación como maestro la agrupación dejó de existir. Quedará su historia y en la memoria de los cientos de componentes que pasaron por ella, permanecerá, eso deseo, el recuerdo de jornadas y actividades fascinantes.   

Hasta la próxima.

jueves, 15 de diciembre de 2022

LA "TRAGEDIA" DE LOS ANDES

 "Hágase usted merecedor de esto."

Palabras que dirige, moribundo, John H. Miller (Tom Hanks) capitán de la sección de hombres que buscan, a costa de sus vidas, al soldado James Francis Ryan (Matt Damon) en el film 'Salvar al Soldado Ryan' (1998)


He pretendido aproximar la publicación de esta entrada al 22 de diciembre, pues ese mismo día, cincuenta años atrás, los equipos de rescate, guiados por las instrucciones de Nando Parrado, localizaron al grupo de supervivientes que resistieron en la cordillera andina durante 72 días tras el accidente del Fairchild 227D (vuelo 571) que los trasladaba desde Mendoza a Chile. Las particularidades que explican cómo se produjo el siniestro, las penalidades que padecieron, cómo sobrevivieron, etc. son de sobra sabidas. Sin embargo, para escribir estas páginas me interesaron muchísimo tres aspectos:

1) Centrarme en detalles menos conocidos que acaecieron tanto a los pasajeros como a sus familiares durante los angustiosos días de la desaparición.

2) El sentido de la vida en circunstancias extremas, cuando parece que nada puede empeorar más.

Leyendo el libro 'El hombre en busca de sentido' me sorprendió que su autor había estado deportado en Auschwitz y narraba el sufrimiento padecido. Observé (y ahora aparece el tercero de los aspectos)...

3) ...la gran cantidad de similitudes que se constatan entre la lucha titánica, constante, de aquellos chicos por la supervivencia en la nieve de los Andes y la otra lucha igualmente titánica y constante por la supervivencia en el Lager de Auschwitz y otros menores que libró Víktor Frankl, (neurólogo y psiquiatra austriaco) durante los años que duró su cautiverio. Frankl observaba la conducta de los reclusos, sus inquietudes, sufrimientos, miedos... y posteriormente lo plasmó todo en sus escritos.

Terminando este escrito, me impactó conocer que al grupo de supervivientes de los Andes le habían otorgado años después del accidente, el premio "Sentido de la Vida" de Víktor Frankl.

Estas páginas las secciono en dos bloques diferenciados: en el primero recopilo la información que me pareció, como he dicho, menos conocida, pero no por ello menos interesante y a veces hasta increíble, sobre lo relacionado con la caída del vuelo U-571. En segundo lugar reúno observaciones del Dr. Frankl así como diversas pinceladas sobre su método psicoterapéutico (Logoterapia) y sobre la búsqueda por parte del hombre, del sentido de la vida.

Espero que el lector de esta entrada extraiga sus propias conclusiones a partir de las dos experiencias extremas y si le interesa profundizar en el tema, en la red abundan las conferencias, entrevistas, comentarios, etc. sobre la cuestión. La bibliografía que he consultado es la siguiente:


Puedes acceder al texto por medio de este ENLACE.

Hasta la próxima

miércoles, 23 de noviembre de 2022

¿QUÉ HA SIDO ESO?

Podría tratarse de octubre o noviembre de 1975 o 76. Los tres amigos partíamos de madrugada, alrededor de las cinco, en dirección a la carretera de Sierra Nevada. Yo recogía a Pepe, que vivía muy cerca de mí, y juntos pasábamos por la casa de Jaime, que ya nos esperaba con su cigarrillo en la mano y su habitual sonrisa amplia. Las calles de la ciudad estaban completamente vacías y poco iluminadas. Sólo ellas eran testigos de nuestra presencia y quizá hasta captaran ese hormigueo en el estómago síntoma de la ilusión de tres jóvenes que comenzábamos a experimentar el regusto de las primeras excursiones autorizadas por los progenitores, eso sí tras tenaces negociaciones y aun así a regañadientes. Nos sentíamos libres, aventureros y con la fortaleza necesaria para llegar caminando al Hotel del Duque. Este edificio, mandado construir por don Julio Quesada-Cañaveral, duque de San Pedro de Galatino, nunca llegó a ejercer como tal. El propio constructor duque lo donó al Arzobispado para ser usado como Seminario de verano.

La ruta era larga y de ahí el salir tan temprano. Primero debíamos superar el tramo menos agradable para cualquier excursionista, es decir, la carretera y el asfalto. Al llegar a Pinos Genil seguíamos la vía del tranvía (de la Sierra), línea recientemente clausurada tras casi cincuenta años de servicio. Comenzaba ahí el segundo tramo que seguía las férreas paralelas discurriendo por parajes de incuestionable belleza, transitando por túneles y cruzando puentes hasta alcanzar la estación de El Charcón. En ese punto cruzábamos el río Genil y se iniciaba una fuerte pendiente que nos conduciría al mencionado Hotel.

Pero volvamos atrás. Atravesábamos el barrio de Gracia, recortábamos hacia la calle de San Antón buscando los jardines del Salón, el Paseo de la Bomba, hasta dar comienzo a la carretera de la Sierra. Ya era necesario encender nuestras linternas, circular en fila india y por la izquierda, como mandan las normas. Ante cada uno de nosotros, una pequeña alfombra cónica de amarillenta luz nos aseguraba la protección necesaria contra un mal paso, un objeto extraño en el arcén... Mientras al principio de nuestra caminata, aún por las calles de la ciudad, hablábamos y reíamos, ahora el silencio se hacía espeso. Era necesaria mayor concentración, aunque no esfuerzo.

Estaríamos cerca de Cenes de la Vega, bien llegando o tal vez recién pasado, cuando una luz potentísima proveniente del sur y de casi nuestro cenit, o sea, a la izquierda del cauce del río y por encima de las montañas, iluminó todo durante décimas de segundo.

¿Qué ha sido eso!? nos preguntamos deteniendo la marcha y revisando, linternas apagadas, el entorno: un paisaje de noche cerrada, sin luna, tan solo iluminado por las estrellas que un firmamento completamente despejado nos quería regalar. Mirábamos hacia el punto del que creíamos partió el potente foco de luz. Nada especial. Encendimos de nuevo nuestras pequeñas lámparas y reanudamos la marcha. No habiendo transcurrido ni tres minutos, ahora nuestros canales de percepción en alerta, escuchamos los ladridos encolerizados de algunos perros, posiblemente de cortijos próximos. Los gañidos procedían de nuestra izquierda, pero fueron envueltos y ninguneados por un sonido poderoso, como si del grave de una trompa se tratara pero tremendamente amplificado, y de inmediato un segundo destello luminoso procedente de la misma zona que el anterior. La inquietud de los canes unida al extraño y poderoso sonido, provocaron que nuestra vista, en máxima alerta, pudiese delimitar mejor el extraño fenómeno. Efectivamente la luz emanaba como de un foco circular enorme, que revelaba todo el terreno durante una fracción de segundo.

Inquietos, comenzamos a preguntarnos qué estaba ocurriendo. Pensamos si debíamos refugiarnos en el pueblo o cercanías y suspender la excursión. En esas ágiles reflexiones, el fenómeno aconteció por tercera vez y respaldando el mismo guion: los perros, el sonido (la primera vez o no lo hubo o no lo percibimos) y el destello. Después no volvió a repetirse.

Nuestra excursión continuó sin novedad hasta alcanzar la meta propuesta y posteriormente regresar a casa. Pero hablamos sobre aquello y planteamos hipótesis que explicaran la rareza a la que Pepe bautizó con mucha gracia como "Fenómeno Q". ¿"Q"ué ha sido eso? fue lo primero que, sorprendidos, acudió a nuestras bocas. ¿Podría haber sido una bengala? ¿un meteorito? La lógica de nuestras explicaciones terminaba desmoronándose ante la singularidad de lo experimentado.

Preguntamos más tarde a otros excursionistas que encontrábamos si habían advertido algo extraño en el cielo, de madrugada. Nadie. Sólo nosotros. Al día siguiente compré los diarios locales y no recogían noticia, ni siquiera semejante, que pudiera aportar alguna explicación al caso.

Lo más parecido a la experiencia que os he relatado se lo escuché a alguien entrevistado por José María Íñigo en alguno de sus programas de aquellas fechas. Jamás pensamos ninguno de los tres amigos que nos hubiéramos "tropezado con un prodigio de corte extraterrestre". Nunca creímos en ello, pero os certifico que los momentos vividos fueron extremadamente inquietantes y sin duda, aquello, lo más extraño que he presenciado en mi vida.

Hasta la próxima

jueves, 17 de noviembre de 2022

CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE SASCHENHAUSEN

El primitivo campo de Oranienburg fue reconvertido en el campo de concentración de Sachsenhausen en 1936 por los propios internos. Se ubicaba en una planicie al borde de aquella población, en las inmediaciones de Berlín, capital del Reich.                                       Los prisioneros tenían asignada tareas como reparar zapatos, relojes y reciclar equipo capturado convirtiéndolo en materias primas. Eran más de 3.000 en ese Komando (apellidado Speer), el más numeroso de entre los 10.000 y 15.000 presos del campo. También se llevarían a cabo experimentos sobre suelas de zapatos. Así, alrededor de una pista con carriles separados cubiertos de grava, ceniza, arena, cemento... unos 150 prisioneros daban vueltas cada día hasta recorrer 40 kilómetros y determinar la duración de los distintos materiales, llevando a la espalda sacos de arena de hasta 15 kilos y con los pies apretados en unos zapatos dos tallas más pequeñas. Dicho estudio era "inofensivo" en comparación con las pruebas sobre medición de ruido de silenciadores para pistola llevados a cabo. Aunque Saschenhausen no era un campo de exterminio propiamente dicho, la violencia...

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Dibujos hechos en las pared por cortadores de patatas












Superficie donde se hallaba el Barracón 19, el de las falsificaciones.


Casa del Comandante del campo. Todo intacto.


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Campo Especial nº 7. El horror soviético. 

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Bibliografía consultada.

Hasta la próxima

viernes, 11 de noviembre de 2022

KÖPENICK: SEMANA DE LA SANGRE

Por Semana de la Sangre en Köpenick (Köpenicker Blutwoche) se conoce a la semana de detenciones e inmediatas torturas y ejecuciones de civiles que las SA (SturmAbteilung o Divisiones de Asalto) perpetraron en dicha localidad berlinesa entre el 21 y el 26 de junio de 1933. Alrededor de 500 discrepantes con el nacionalsocialismo, políticos y judíos fueron apresados por miembros de aquella organización paramilitar tanto local como de otras zonas de Berlín. Los arrestados fueron sometidos a vejación, tortura y al menos una veintena asesinados. Otros fallecieron posteriormente por los daños que provocó su tormento. Los que sobrevivieron al horror llevaron las cicatrices físicas y psíquicas de su padecimiento, de por vida. La sangrienta semana fue una muestra de la extrema violencia que posteriormente caracterizaría a las SS (Schutzstaffel o Escuadrones de Protección), anteriores SA ahora reconvertidas. Las muertes de tres componentes del partido por los disparos de un carpintero que iba a ser detenido, fueron exaltadas hasta el punto de que el propio Joseph Goebbels asistió al Funeral de Estado que se les organizó. Los autores de tanto dolor fueron juzgados y condenados entre los años 1947 y 1950.

Hoy día, el siniestro lugar donde se practicó tanta violencia y se produjo tanta angustia se puede visitar. Forma parte de un circuito museístico de Berlín menos conocido y por ello sólo abre al público dos días en semana. Se halla en Köpenick, Puchanstraße 12. Las siguientes fotografías muestran la zona accesible, que incluye un centro de interpretación. En una de las celdas se escucha débilmente, como si proviniera de la contigua, un sonido inquietante que produce cierto sobresalto porque el visitante no es advertido previamente. Tras las fotos colocaré un enlace a lo que pude grabar con el móvil.
















ENLACE al sonido de la celda

Hasta la próxima

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